martes, 22 de febrero de 2011

Apuntes cubanos


Postales cubanas



1ª semana

A las 10 de la noche, hora de son y changüí aterrizamos en el aeropuerto internacional José Martí. Héroe nacional de la independencia, intelectual y poeta, leyó a Jorge Washington, a Jovellanos, y embebido de libertad y patriotismo cayó en la primera batalla, de lo que se deduce que era mejor lector que jinete.

La prisa del compañero José y la velocidad que alcanzó la bala, la sincronía de casualidades, la  desafortunada coincidencia de causalidades y trayectorias en el espacio-tiempo. José no sabía nada al despertarse por la mañana en su bohío, no tuvo premonición alguna, desayunó, cargó su fusil, envainó su machete dispuesto a fajarse con su realidad que sentía opresora. Quizás la bala si sabía en su vigilia al alba en el polvorín que héroe y objeto se encontrarían, y que esta, sería la causa del óbito de Martí. Esto nunca lo sabremos…

En el cartel del aeropuerto una frase de tal, dice en letras impresas con síndrome de gigantismo: PATRIA ES HUMANIDAD.
        
         Patria, patria,…  repito varias veces esta palabra y sigue sin decirme nada, mi piel no la registra, sorda y desmemoriada, traspapela mi archivo cromo somático, quiero decir patria y me sale paria, no entiende mi piel que quieren decirle cuando le insisten, ¡la madre patria!, ¡la madre patria, asere!. Tengo  una piel huérfana de banderas, se muestra indolente ante tamaños conceptos, se despista, anda en cosas más banales, más profanas, distraída en las medias de la Patri, las largas piernas de la azafata de vuelo cubiertas por esas medias…  encaje sobre muslo, disfrute de todos los sentidos, erizarían a un animal disecado. Mi piel mira, divaga, se deleita, mientras mis ojos tocan lo que no ven, portavoces de mi tacto.   

Como en una tragicomedia rodada en varios actos se desliza sobre el irregular pavimento de la Habana un Chevy del 56. El taxi es la noche en la Habana, sobre cuatro neumáticos la realidad quiere dejarse atrás sin conseguirlo.

Nadie se atreve a no bajar el telón en esta ciudad pasando por alto un toque de queda que por otra parte no existe…en teoría, esto requiere un valor más grueso que el acero, pero rápido y expansivo como la diarrea. Cincuenta y dos años después del triunfo de esta función con olor a rancio tardomarxismo (¿habría escrito das kapital Carlitos rodeado de frutas tropicales, ron y la cadencia del tumbao?), la primera vedette ya no es lo que era,  pero como prestidigitador sigue en forma; desaparece a un fulano y ningún espectador dice esta boca es mía, ¿alguien vio qué? Nada. En la Habana se vive sin horarios, hasta que llega la hora de bajar el telón, aunque muchos escenarios son mudos o se tienen que mudar y esto ya sucedía antes.         

A la vida se la intenta acorralar entre la espada y la pared, en la pared alguien grafiteó viva Fidel,  patria o muerte. Me pregunto: ¿quién será el propietario de la pared?. Las tres de la madrugada, ketamina en Y-G, volao, asere, volao.

Congrí con bisté y vianda, perro caliente y siete al plato en cafetería El paso, Vía blanca con 10 de Octubre, cerca de la lechera, 44 pesos, dos bucanero, dos fulas.

Las sábanas en la Habana, como en tantas otras ciudades, ondean con la gracia que no tienen las banderas, el patriotismo siempre inflamó lo hueco y decretó el vacío. El vacío en Cuba se resuelve por la izquierda, y por la izquierda respira la nevera, por la izquierda el pulóver con brillantina “dolce & habana”, por la izquierda el dvd, la mantequilla, la última película de Scorsese,…  no hay rincón ni esquina diáfanos en esta ciudad, ni en la calle ni en los ministeriosos ministerios, lo cotidiano en la Habana parece hazaña, asombra, da pequeñas lecciones: el hueco se transforma en ritmo sobre la piel del batá.

Barrio Chino, caja de criollos, pan con lechón, papa rellena y mayabe, 39 pesos.



  Semana

Sentados en la terraza del Inglaterra,  un caballero canadiense flanqueado por dos mulatas de 19 años, bebe daiquiri y ronli para ellas.  Pero no veo damas canadienses. No entendí esto hasta que me di cuenta de cuantos carteles de profesor de salsa, había pegados en las paredes del centro. Me imaginé de camino a la guagua la espalda de la discreta canadiense,  dando una pirueta en su vida de lo vertical a lo horizontal, arqueándose sobre la cama de la 115 del Plaza.

En la Habana  la erótica del poder no ha conseguido desplazar a la del placer, los cuerpos se relajan y disfrutan, y así pasa en cualquier otra ciudad.

La imaginación es la más puta, sexo o muerte, la pared no escucha lo que la gente dice callando, duerme, duerme negrito, que las paredes callan todavía lo que tu estás pensando, sucede que la ideología del sacrificio crea neurosis pero hay erecciones eróticas, sucede que las  elecciones son democráticas, pero la vida es anárquica, sucede al revés y al revés sucede lo mismo. Si uno se pregunta convoca el infinito. Por eso las paredes no preguntan,  el lema ¿patria o muerte?,  es escepticismo patriótico…
        
         Ladran los perros de Tamarindo, salgo al porche, luna llena. Suena el tren de las cinco como un bisonte africano en la sabana, avanzando entre resoplidos mecánicos, el carguero antediluviano cruza la noche.
 3ª semana

         Vivo en el barrio Santo Suárez, donde no hay yumas. ¿Que es sentirse extranjero?, como sentirte extranjero de ti,  extranjero de los otros, si el vinculo lo establece el instante, ¿puedes sentirte actor sin ser espectador y viceversa?. La cola del pan es la misma para todos, en la guagua nos hacemos todos uno, y uno es todo confirman los doctores del partido. Hay gente que sigue confundida, me ve como un billete con patas, no asere, tú estas de pinga…

El camello nos engulle en una calle y nos vomita en otra, dentro del rumiante una pila de cubanos rumiando como resolver, todos creemos saber a donde vamos, pero  realmente ¿cuántos lo sabemos?, la calle es encuentro de tantos laberintos humanos… 

Café doble en el Café Habana, Mercaderías, 2 pesos.
        
         Las casas de la Habana, siempre con ropa tendida, el eggua en el lugar elegido y la nevera medio vacía. La libre no alcanza, el cdr vigila, la pintura tan cara… por Roberto se mueve la piedra asére, si Sísifo viera como la fachada sigue descascarándose, tan lentamente…

Guarapo y coco rallado en Cuatro caminos, 6 pesos.

No vino Malanga y su ejército de viandas, Ali babá puso el café a 6 dólares en la chopping, y Harry Potter no escuchó a Frank Delgado. Ayer escuché a un policía: “oye prieto equivocado, si vives por el Vedado, que buscas por Miramar…”.

De pinga, será el calor mami que se yo…

Helado de coco en calle Obispo, 3 pesos, caja de diez Hollywood rojo, 0’60 cañas.


4ª semana

         Atravesamos el valle del Yumurí, la carretera es un blues zigzagueante y lleno de tics, como un viejo cocodrilo de sueño pesado. La 400 me deja en Guanabacoa,  y desde allí engancho a las dos horas un amarillo hasta Varadero, 3 pesos.

         Dormir en la playa, dormir en la verdad de millones de noches, de estrellas, de granos de arena, de olas que descansan para volver, dormir en el colchón de tu carne y tus huesos respirando, dormir, dormir sabiendo que despertarás con millones de picaduras de mosquito hembra en los pies, pero el olor a salitre, a pescado, el olor a mar, no tiene precio. Para todo lo demás master car. Ellos conocen tu talón de Aquiles, ¡Charly te tienen rodeado de plástico envenenado!
        
         Otras tres noches en casa de unas amigas cubanas tuve que entrar tarde y salir muy temprano para evitar a la dueña, que no picaba, pero resultaba igual o más de molesta.
        
         ¡Money!, ¡Money!, Fredy sonríe y ofrece el cd a los yumas con las maracas en la mano y un póster de la orquesta al completo, canta, baila, cuenta anécdotas a un francés con gorra, habano y estilo che le parisien que le insiste “¡Comandante, comandante!”, pica el diente a las mujeres germanas y se pone en primer plano, 1,2,3 y... a su lado la voz grave de canto rodado y pulido por el  mississipi, la cantante, melódica, atemporal, neblinosa,  guapísima mulata de cuerpo suave, ablusado y zigzagueante como la carretera, acarician sus manos sensualmente la clave, cla-cla, cla-cla-cla… El bajista es un negrón de casi dos metros, contrabajo de chapa  de pleuro, dedos como mazorcas que  se dezplazan de cuerda a cuerda con agilidad de roedor arbóreo. El tres seguirá sonriendo generosamente entre pase y pase mientras el guitarrista nos enseñará la foto de sus nietas varias veces como si fuera siempre la primera vez entre trago de ron y ron. Nelson es percusionista de mamá haitiana, todos son santiagueros, repica la conga, ta kin kin  kun kun ta kin kin kun kun kun… la clara y entrañable trasparencia de vuestra querida presencia, Comandante Che Guevara por enésima vez…
        
         Montamos en la guagua con Shamela rumbo a Matanzas, suenan el Bicho y Alejandro Sanz. El concierto es insufrible, se me cruzan los nombres, Shamela, Camela...¡¿será casual la coincidencia o sólo el universo se distraé por overbookin y produce estos cortocircuitos?!, ¡¿un par de cables sueltos, hal?!
Duermo en un callejón cerca de la estación de Ómnibus.
        
Desayuno en la sucursal del Coppelia, pan con tortilla, jugo de fruta bomba, 5 pesos.
        
         Los contrastes se asemejan para poder diferenciarse, me encuentro a Miguel caminando por la calle con gafas de sol y chaqueta al hombro, es músico, toca en Varadero para los turistas, le cuento que yo hago lo mismo en la madre patria, se parte, pero no asere… Un bicitaxi nos lleva a su casa, Miguel prepara congrí y bisté de puerco con naranja agria, delicioso. Cae la noche, un policía nos deja pasar justo cuando llega el tren que parte para Bayamo. En verdad una cuarta negativa es el prólogo de un si, pero no lo sabes si lo das por sentado, a veces la octava es si, en tono mayor.







5ª semana


Negro, son las doce, avanzo por el pasillo estrecho del tren, entre vagón y vagón un hueco de medio metro, los maderos de la vía parecen apretarse cada vez más, cables colgando rozando tu cuello al saltar al siguiente vagón, estuvo cerca esta vez, demasiado cerca…, ni un asiento libre, miles de ojos miden la incertidumbre corporal, cualquier gesto se autoanaliza, la velocidad disuelve la pared, los pensamientos cada vez van más rápido, saltando de vagón a vagón, negro profundo y denso, pensar ya no es razonable.
        
         El acto aunque loco arroja la luz de una realidad necesitada tan real como la que damos por sentada,  y es ahí cuando uno abandona el punto justo de lo confortable, de la abstracción que carece de fuerza para el ejercicio de vivir la consecución de lo inexistente, entrando en otra abstracción, la sutilidad de lo concreto, ahí es que empiezan a disolverse esos límites implicando el riesgo de concretar lo que no existe todavía… Pero sigues avanzando inevitablemente en la vida, hasta que inevitablemente alguien te pide el billete:

-  el billete… 
-  si, el billete, ejem, uf, bueno es que…
-  ¡el billete!
-  ¿no siente la inevitabilidad de lo inexistente en su realidad camarada?...
        
         Pero no puedes dudar de tu nueva fe, ser proscrito de tu más reciente buena nueva, cuando uno se apodera de su espacio no vacila en los detalles, la culata del revolver de tu conciencia golpea la realidad, eres un púgil que sabe que en su mano está la victoria, disparas porque la velocidad y la palpitación exuberante te arrastra en esa disolución, te exige la disolución y esta te incluye inevitablemente tanto como la realidad que das por sentada, la mirada inquisitorial de la inspectora todavía no es un obstáculo. Tan inexistente es lo que ella piensa, lo que tú piensas por cierto, como cualquier otra posibilidad, esta es tu coartada, no sentir la culpabilidad de forma mediocre, declarar la estética del acto impensable, convocar lo inexistente en lo concreto.  

- Está bien, vaya a hablar con el inspector jefe…

         Aparece San Pedro, eres consciente de que no estás en la lista, pero ya has saltado la valla mitológica, y resultó ser como cualquier otra valla, inexistente después del salto. Me observa, sé que es el dueño temporal de las llaves, pero sé que no existen las puertas cerradas, esto incluye la puerta de la incertidumbre. Al final son 50 pesos, hay billetes en la vida que si tienen precio.

         La publicidad es engañosa, la venda se la ciñe uno mismo. Ayer leí una esquela: Con su mismo consumismo se consumió, después interpuso una querella. En el más allá tampoco intercede el milagro si uno no quiere.

         Llegando a Camagüey observo, me empapo del paisaje, querida  Botswana. La noche la pasé bajo una lluvia de estrellas que me calaron el tuétano, sin dormir en 360 grados. Atravesamos Santa Clara, Sancti Espíritus, Ciego de Ávila, multitud de pueblitos a derecha e izquierda del camino de hierro. Al salir el sol una invasión de vendedores transita el ya de por si abarrotado y angosto pasillo inundando en cascada y Dolby surround  mi pabellón audífono que hasta ese momento retozaba en un silencio casi virgen, cincelado por estrellas fugaces:

¡Chicharrita!, ¡caramelo!, ¡garrapiñada!
         ¡Maní!, ¡maní!, ¡maní!, ¡galletita salada! 
                   ¡Bocadito de queso!, ¡bocadito de jamón!
                            ¡Refresco malta, refresco piña, cola, limón!

Un leve receso…

¡Vino la viña, la viña, la viña 1 a 20, 2 a 30!, ¡vino la viña, oiga!…
                            ¡Dulce de leche!, ¡dulce bomba!, ¡dulce booooooooomba!

Ño, asere.

         Veintidós horas sin dormir, de pié, compartiendo trago con los orientales que van a visitar a sus familias por fechas navideñas, anticipando golosamente el puerquito, la yuca con mojo, el coge una cervecita y echa pacá, ron y más ron, criollo tras criollo. Otro trago asere, y de donde tú vienes, a ya… Pasamos las Tunas y nos vamos acercando a Bayamo, entrando en la tierra de los palestinos.
        
         De Bayamo a Jiguaní en una guagua con gente saliéndole de las orejas abiertas por el calor, porque el calor todo lo abre, vigilado por los pezones de una mulata, que varias veces rozan mi nariz y que no cesaron de interrogarme hasta llegar a Jiguaní.
        
         De Jiguaní a Yara, en botella, un camión Dodge del 58 lleno de adolescentes en flor, ríen, se dicen al oído, te observan, observas. La imaginación, como la naturaleza es incontenible y erótica…, los frenos y las ruedecitas de bicicleta en el pensamiento crean pensamientos cobardes, faltos de reflejo…, como  avanzar sin osar, crear sin orgasmo, orgasmo sin estimulo, estímulo sin excitación, que es la vida abriéndose paso sino el puro descaro, el epicentro, lo más oscuro de tu conciencia. La imaginación es un abrebotellas que no dejas olvidado en el fondo del cajón de tu experiencia. Uno se engancha pronto a la expansión libre del cosmos, simplemente dejas de juzgar tus pensamientos.
        
         De Yara a Masó, en un carro del 57, cuyo botero debió ver todas las ediciones televisadas del Paris-Dakar, persecuciones de Canción triste de Hill Street y series de temática proclive y militante del fotograma sobre ruedas. Veloz y chirriante  avanza el taxi a la velocidad que activa tu sospecha, y en cada curva confirmas esta sospecha mientras de lado a lado detrás en el inmenso y resbaladizo asiento tratas de mantener el equilibrio. Entonces frenazo… un policía parado en el camino…, sube en el asiento del copiloto. De nuevo arranca la tragicomedia sobre ruedas. Otro frenazo. Quiere el dinero ya antes de llegar a Masó. El Cadillac vuelve a frenar bruscamente en la parada del ómnibus de Bartolomé Masó, Sierra Maestra, a los pies del Pico Turquino, Provincia de Granma.

         Pan con bisté  y té de anís, 6 pesos.

         De camino al Turquino nos encontramos con Duniel,  arrastrando un carrito hecho con madera de palé por una pendiente violenta. Pasa un carro de alquiler con una pareja de alemanes. Cuando Duniel de 12 años llega a los pronunciados descensos convierte el carrito en un Fórmula uno con asiento de arpillera de saco relleno de yuca molida, y se transforma en piloto. Pero hoy no, se le han roto las ruedecitas del carrito. Al llegar a la siguiente subida nos alcanza y le ayudamos a llevar el carrito un trecho, justo cuando nos dice que ya llegamos a su destino, pasa una furgoneta que se cruza en el nuestro y nos lleva hasta Santo Domingo. En Santo Domingo biramos y decidimos compartir botella y guagua con cubanos, que recorrido turístico y Jeep con alemanes en dirección a la comandancia La Plata. Es de camino a la cima que se llega a la cima y no de otra manera si el ego nos sigue y no al revés. No hace falta llegar a la Meca si la Meca ya está en ti.

         De Masó, uno trabajadores de Cubatel, nos acercan hasta Yara, y de Yara llegamos a Bayamo. Otra vez la terminal del ómnibus, nadie nos quiere llevar. Converso con un bayamés que está apoyado en el lateral de una caseta de refrescos y pizzas. Conoce a un conductor, y por fin un camión nos lleva para Santiago.

         Milagros ríe, y mira con esos ojillos que no paran de moverse.

-¿Españoles?, ¿y que hacen en este camión?, ¡ah!, son músicos, que bueno…
        
         Un joven le da un gallo a su sobrina.

-¿Y si se me escapa?
- Negra, mejor que se me escape el gallo que te me escapes tú.





6ª semana

         Santiago, estación del ómnibus, todo el mundo me dijo, cuidado con Santiago, es candela asere, ¡¿pero qué?!, ¿que tengo yo que me puedan robar?, lo único que tengo sólo puedo robármelo yo mismo. Camino hasta el parque de la plaza Marte, allí me encuentro la  casa del músico, y una camarera me lleva hasta casa de Josefina, un buen corrientazo, un buen contacto, un buen contagio, los pinches se ayudan porque algún día morirá el rey, nadie quiere la corona de espinas, sólo unas fulas para pasar el mes, puedes criticar pero, ¿alguno de nosotros tiene molde de santo?. Por fin una cama, por fin el descanso, pero quien descansa en Santiago…
        
         Como langosta y pollo frito en María Cristina, entro en Internet en Meliá Santiago y descanso en plaza Marte, allí me ofrecen mujeres, marihuana, ron y cocaína, por un momento pienso que podría ser el día, tampoco yo tengo molde de santo, el problema es que no tengo suficiente fula. Esta el ritmo sabroso, esta hablando en la tele quién tu sabes, y yo bebiendo cerveza en Casa Dolores, Habana Abierta resuena en mi mente y unos rastafaris me invitan a una fiesta reggae, pero sigo sin fula. Una botella de ron en parque Céspedes remata la nochebuena mientras una silueta de mujer descansa en mi memoria y con ella me duermo.

         Ceno en la casa del son, un ron extraño, sólo para yumas, la orquesta despliega todo su swing. Me quieren cobrar lo que yo no soy, mientras el culo de la mulata de al lado pone en movimiento a todos los zombies del cementerio, oye, y lo digo en serio, si no has visto esto, realmente no puedes creer en dios alguno. Pago, bailo, bebo, celebro, güiro estoy en candela, quien me va a parar… Acabo en el bulevar con José Antonio, profesor de boxeo en la Habana, ron, más ron… llegamos a su casa en un Cadillac del 56, me presenta a sus “sobrinas”… como hablar de legalidad, Cuba,ya tu sabes asere, puro misterio…Pero sólo tengo dinero para ser un perro, ni polvo con la negra, ni polvo blanco por la tocha, en una moto me como Santiago, todas sus calles vacías me sostienen, milagro debería llamarse, pero se llama Santiago…

         Hatuey estarías traficando, robando al Estado, pero no estás, sólo tu nombre en una etiqueta sobre el perfil de las botellas de cerveza. Me siento indígena del momento, fuego y oro en mis manos, pataleo en silencio pero de que vale… Ausente está la heroicidad, la luz se apaga tan tenue que me da no se qué decir nada, pues no digas nada, pero Cuba es una dictadura, y en mi país también se tortura.
Te obligan a esconder una parte de ti, la única que te pertenece activar, para no ser al cien por cien en ningún lado si no inventas, y tu inventas. Ellos dicen: “no hay dónde escoger, así que no inventen”, ¡viva Cuba libre!.

        

         Camino  hacia inmigración, y por el camino me para un borracho que se acaba de encontrar una bolsa llena de anillos de oro y un papel con algo escrito. Cada anillo vale 150 dólares según el papel, y según la codicia de cada uno el olor a timo posee una levedad o grosor determinado. Suerte hermano, si es oro, no lo cambies por ron, si no lo es, mira dentro de ti, porque no es oro todo lo que ves,  pero algo resplandece y tú te rebelas queriendo ser sombra de otro sin saberlo. Tras cada engaño a mi mismo descubro una verdad propia, no hay noche sin día, invierno sin verano, medicina sin enfermo. Protesto sin texto en inmigración, ábrete sésamo y yo me disfrazo de eco, unos italianos se creen selectos, y en la cola se diluye su ego, están a un paso de descubrirse a si mismos como parte de un todo, todo depende de cómo sientas el espejo, como trames el mimbre de tu cesto, Jordan no existiría si no existiera el baloncesto, pero detesto el acento de obviar  el experimento del placer del movimiento, que no cesa de crear. Cada intento de ti mismo te tatúa una verdad, con la levedad de la lluvia, con la dureza del silencio, con el placer de la conciencia, consciente del placer, de lo sabroso, del ritmo.

         Los niños de Santiago, los niños de tu barrio, juegan al fútbol y sueñan con ser Ronaldo, ganar lo que gana Ronaldo, y la sociedad les dice “gánense la vida” “gánense su dinero”, sean Ronaldo o el Che. El humo de las fábricas es el mismo, Ronaldo ya no es Ronaldo es CR7. Hay algo que se mueve en las calles de Santiago, de tu barrio, de cualquier otro barrio, del barrio dónde cualquier día cantamos gol y no será retransmitido por radio alguna ni habrá sonrisas tan grandes como ese día, ni tantísimo amor y fuego en las manos, ni miradas cómplices que sean suficiente y demasiado…
El pesito que me diste no me alcanza le dice un niño santiaguero a un yuma, esto también es Cuba mi hermano.

         El ventilador gastando, dando vueltas y más vueltas, a pesar de la lluvia el calor no cesa y mis recuerdos tampoco. Muchas veces te olvido, pero aún así llega el día en que te quedas enganchada en mis pensamientos. Y tú, y tú… No puedo decir que amo lo mismo que amaba y en igual intensidad, sólo puedo decir que pensaba que no sería así, pero así es, fue como fue y ya pasó, todas las lunas se van, y yo también. Ni los amores platónicos, ni los flechazos que a la semana se desvanecieron,  sólo queda el amor carnal, porque la piel es en verdad la única memoria. Pero cuando amé, amé, di lo que tenía para dar en ese instante.
         Desde Santiago os recuerdo, las imágenes nacen en un presente, pero son pasado que ya no vivo, un pasado que ya no me hace sudar, y el sudor es goce, la nostalgia es un momento que pasa, un animal herido dispuesto a morderte,  hay que dejarlo pasar aunque nos duela, el dolor también pasa de la misma manera.

         Quince dólares en el bolsillo, regalo una camisa, un bañador, una sonrisa  y Santiago queda atrás, en Vía Azul para La Habana. Por necesidad de otro capítulo, me fajé con los puntos, con las comas, con cada párrafo.   

7ª Semana   


Veo a un nadie robar a otro nadie,
mientras se blindan y custodian solo ciertas calles,
mientras el único nombre propio por la tele
sale el innombrable el ruido del sable
ten cuidado lo que dices y con quien lo hables
por que las paredes pueden escucharte
es un arte declarar que la imaginación es ingobernable